Alli estoy, o lo que queda de mi. Bien vestido, confinado en una caja, que el vendedor definiria como un ataud modelo paris, de cedro, con seis manijas cromadas, vidrio visor y barandilla. Un lujo. La ultima decision que mis padres tomaron por mi.
Ellos sufren, todos sufren. Nunca vi una habitacion llena de gente que luciera tan vacia. Reina el silencio.
Papa y mama ya no se acercan. Tuvieron suficiente.
Ella se acerca a eso que fui. Llora. Me llora, no son mas de treinta centimetros lo que separan mis restos ella. Gustaria de sentir su respiracion, su olor, pero es tarde para tales cosas, no hay segundas oportunidades. No en esto.
Mis amigos, juntos. Juntos como si se tratara de un evento.
Soy el centro de la atencion, por esta vez.
Esta es su celebracion, de los que quedan, ami ya no me quedan ni festejos ni dolores, yo ya no soy. Yo fui.
Llantos y abrazos, pildoras para alivianar las cargas, y ese olor a ambiente ozonizado, el olor a las flores, el frio de afuera. Una imagen tetrica, en un dia negro.
Una muerte que nadie esperaba, ni yo, el mismisimo finado.
A pesar de la rigidez y el frio, siento el dolor, no fisico, sino el de no poder estar ahi con ellos. Con ella.
¿Y ahora, que voy a hacer una eternidad solo?
Se acerca un tipo de traje, agarra a mi viejo del hombro. Como si no tuviera demasiado. Mi vieja esta destrozada, no se logra contener. Mis hermanas, dopadas por demas, apenas logran entender la situacion. Rastro de su sufrir, son los ojos rojos, las narices que aun gotean, y los pañuelos de papel arrugados en sus manos.
Las miradas fijas, en mi nuevo envase, de cedro con seis manijas cromadas.
Demos fin a esto.
Le piden a mi viejo que desaloje la zona, van a cerrar la caja. Le ofrecen un ultimo momento para despedirse. Hasta aqui se pudo.
Quiebra en un llanto incontenible, se le aflojan las piernas mientras apoya las dos manos en el traje azul que el me eligio. Balbucea sin quitarme la mirada de la cara. Por momentos cierra los ojos, en señal de arrepentimiento, pero la culpa no tiene dueño.
Un tipo con una soldadora y dos tubos, se acerca y pregunta, como de rutina, si ya esta. Pero no solo no esta ahora, sino que no va a estar por mucho tiempo.
Papa no contesta, y vuelve la mirada hacia lo que fui. No deja de lamentarse cosas, que el supone que hizo mal. Gira lento, no despega la mano derecha del pecho de mi cadaver. Finalmente lo logra, y vuelve a mi madre, que no pronuncia una palabra, y parece no ceder ante los encantos del ribotril.
Se escuchan ruidos de indole industrial, momentos antes de que partamos, los vivos y el no vivo, hacia lo que sera "el lugar final de descanso".
El señor de traje se acerca otra vez. El silencio es tal, que no da lugar a secretos, hasta los escritos suenan fuerte en estas habitaciones.
Los chicos, dandose animo entre ellos, rememorando las misma historias que en todos los asados, juntadas o salidas.
Ya no mas.
Pelo corto y zapatos lustrados, como al abuelo le hubiera gustado. Bueno pues, alla voy.
Aparece una suerte de coordinador, que indica que el coche que lleva los restos, va a salir primero, y los autos subsiguientes, se organizaran por cercania.
A pesar de la poca claridad de la explicacion, la gente se organiza.
Aparece mi abuela, del brazo de uno de mis tios, y esto empieza a parecer injusto. ¿Porque le toca pasar por esto a ella? Realmente no fue mi intencion.
Un peugeot 405 con una corona floral al costado, y un cartel con mi nombre, sale desde una habitacion del fondo del edificio. Va despacio, para darle tiempo a todos los que me sufren de llegar a sus vehiculos. Ya estamos todos.
Las distancias. El tedio de estos viajes es infernal. El silencio se hace protagonista entre la gente, y ninguna radio, por esta vez, logra tapar el vacio que deja el silencio. Todo molesta.
Las luces traseras del Peugeot anticipan sus maniobras, y aparentemente, hemos llegado. Un giro, atravesamos la entrada, y ya estamos en "El Parque Del Recuerdo".
Aca me bajo yo, deberia decir, pero los muertos no acostumbramos a hacer tales cosas.
A pesar de la vida que lleve, un cura espera en la cabecera de mi pozo.
Todos saben que este es el momento mas complicado. Pero no lo combaten.
Una vez que mi cajon de lujo se encuentra en posicion, sobre las tiras de lona, listo para bajar, da comienzo el cura, a una seguidilla de frases cuidadas sobre la muerte y la vida eterna. Si estuviera entre ellos, me conmoveria el abrazo que se dan mis padres.
Mi novia y mis hermanas.
Mi abuela y mi tio.
Es el adios, el cura finaliza con una frase sobre la eternidad, hace un gesto al muchacho que se encuentra a un costado, y este acciona una pequeña palanca.
Es el peor momento. La lentitud con la que baja el cajon, que es la ultima imagen de mi que tendran; le agrega a la situacion una tension que desagrada.
El chirrido de la maquina de bajar cajones, los herrajes cromados y la barandilla. El cielo nublado. El llanto, los llantos. El Dolor.
Ha terminado, ya estoy al fondo, listo para el final de los finales. Pero nadie se mueve, la gente esta estatica, mirando fijo al hoyo. Algunos se lamentan, otros rememoran momentos que pasamos.
Finalmente, sin mas opciones, todos giran, parecen moverse en camara lenta. Agarrados de a dos o tres, se dirigen a los autos para seguir, que es lo que queda.
Silencio nuevamente, el mismo viaje y las miradas vacias, viendo a la mismisima nada. Imagenes de los buenos ratos, parpados humedos y pulsos que tiemblan. El camino de vuelta, que todos menos yo, van a hacer.
Algun dia que lo necesiten, o en mis aniversarios de nacimiento o muerte, volveran y hablaran con una lapida que les dara respuestas en mi nombre; donde no se leera mas que


Pedro Lozada
1985-2009
No, Nada, Nunca Mas.

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